domingo, 17 de noviembre de 2013

Campesinos, derecha y República

Cuadrilla de segadores extremeños.
(Foto: educarex.es)

Contra lo que afirma el tópico, la España de los años 30 no era un país de latifundistas y jornaleros. Uno de los aspectos que suele pasar más desapercibidos es la importancia que, dentro del campesinado, tenían los pequeños y medianos propietarios, los arrendatarios y los aparceros. Personas que no eran asalariadas, que tenían medios para subsistir; pero que no eran grandes terratenientes. Salvando las distancias, una incipiente "clase media" agraria que compartía problemas muy parecidos a los más pobres, pero con una situación económica más estable.

Los traigo hoy al blog porque me parece interesante analizar su comportamiento político durante los años de la 2ª República. Y es que buena parte de estos campesinos votaron a la derecha en 1933, en las elecciones que marcaron el inicio del bienio radical-cedista o "bienio negro", que paralizó todo el programa reformista iniciado por los gobiernos de Azaña en 1931. ¿Por qué?

La 2ª República despertó tanta expectación ante el campesinado como recelos por parte de los grandes propietarios. Tras la larga fase de la Restauración y la dictadura de Primo de Rivera, por fin amanecía en España un sistema democrático que estaba dispuesto a corregir las desigualdades estructurales que aquejaban a la sociedad española. Al ser esta todavía una sociedad abrumadoramente agraria, buena parte de los cambios que se proyectaban iban encaminados a modificar la situación del campo español.

Lo que ocurrió fue que muchas de estas medidas, que trataban de proteger a los jornaleros frente a los más poderosos, también perjudicaron al campesinado de pequeños propietarios y arrendatarios, hasta el punto de hacerles virar a la derecha en las siguientes elecciones. En resumen, se produjo un doble enfrentamiento social:

a) Uno amplio, entre patronos y campesinos en general.

b) Otro específico dentro del propio campesinado, entre pequeños propietarios y arrendatarios de un lado y jornaleros de otro.

Marcelino Domingo, Ministro de Agricultura
entre 1931 y 1933. (Foto: Wikipedia)

Los jornaleros, además, vieron reforzadas sus reivindicaciones por una fuerte organización sindical (en especial la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, dependiente de la UGT) y por la presencia en los Ayuntamientos de muchos alcaldes socialistas que los atendieron de forma prioritaria. Pero, ¿cuáles fueron las medidas que despertaron el recelo de los pequeños propietarios hacia la izquierda primero y hacia la propia República después para abrazar posiciones abiertamente autoritarias?

Como ha estudiado el profesor Francisco Cobo Romero, casi toda la legislación reformista del primer bienio republicano, pensada casi exclusivamente para favorecer a los jornaleros, suscitó la oposición de este otro sector del campesinado. En concreto, fueron:


1. LEY DE TÉRMINOS MUNICIPALES: Esta ley prohibía contratar jornaleros de otros términos municipales mientras hubiese obreros en paro en el término propio. Era habitual que los grandes propietarios recurrieran a esta medida para desactivar las huelgas y contratar mano de obra más barata. Si los obreros del pueblo no estaban dispuestos a trabajar por menos dinero o pedían mejoras de cualquier tipo, simplemente se contrataba a los de otro.

La Ley de Términos trató de acabar con este problema; pero a la vez perjudicó a los pequeños propietarios. Muchas veces, sus explotaciones no eran suficientes para subsistir y necesitaban completar sus ingresos con el trabajo temporal en otras faenas agrícolas (aceituna, siega...) fuera del pueblo. La Ley de Términos rompió o hizo mucho más difícil este tipo de prácticas.


2. JURADOS MIXTOS: Eran las instituciones encargadas de regular las relaciones laborales: salarios, duración de la jornada laboral, contratos, horas extraordinarias... Además el Ministerio de Trabajo decretó en 1931 la jornada laboral de ocho horas. A partir de entonces, los patronos debían pagar todas las horas extras a sus trabajadores. En ciertas faenas como la recolección del cereal, que se realizaban de sol a sol, el pago de estas horas extras se hizo inevitable. Esto, unido a la subida del precio de los jornales, perjudicó también a los pequeños campesinos que necesitaban contratar, en épocas puntuales del año, a cierto número de trabajadores para ayudar con las tareas agrícolas.


3. LEY DE LABOREO FORZOSO: Permitía asignar obreros en paro a las explotaciones agrarias de manera forzosa. Fue una medida especialmente perjudicial para las pequeños propietarios, que se vieron obligados a contratar los obreros que las Comisiones de Policía Rural y las Juntas Locales Agrarias estimasen convenientes. Si muchas veces las ganancias eran escasas (y más en un contexto de crisis), ¿cómo afrontar el pago de un jornal extra? 

La Ley de Laboreo Forzoso también rompió con la práctica tradicional del trabajo familiar en las pequeñas propiedades agrarias. En épocas de aceituna o siega, todos los miembros de la familia, de otros grupos familiares o incluso los vecinos participaban de la recolección de manera gratuita. Ahora los propietarios (grandes y pequeños) se veían obligados a contratar obreros y pagar jornales cada vez más altos, disminuyendo de forma sensible la rentabilidad de su explotación.

Pascual Carrión, Ingeniero Agrónomo
y protagonista en la redacción de la
Ley de Bases de Reforma Agraria.
(Foto: iespascualcarrion)


4. LEY DE BASES DE REFORMA AGRARIA: Es la medida que acercó definitivamente a muchos pequeños propietarios y arrendatarios a las posiciones defendidas por la derecha y los grandes terratenientes. Gracias a la hábil propaganda de la derecha se creó un clima de temor entre este sector del campesinado a que le arrebataran sus explotaciones. Además, una de las cláusulas de la ley contemplaba la expropiación de las tierras sistemáticamente arrendadas, fuera cual fuera su tamaño.


Si a todas estas medidas se le añade una coyuntura de crisis económica internacional y una creciente conflictividad jornalera en forma de huelgas y reivindicaciones de todo tipo, podremos comprender un poco mejor este proceso de identificación política de gran parte de los pequeños y medianos propietarios con la derecha. Lo que se estaba produciendo, en resumen, era un proceso de diferenciación interna dentro del campesinado, un sector cada vez más plural y complejo. El resultado fue su apoyo a las posiciones agraristas y católicas de la gran patronal en 1933 y luego, a las posiciones más abiertamente antirrepublicanas que culminaron con el golpe de Estado de 1936.



Para saber más:


COBO ROMERO, F.: "Sobre los orígenes agrarios de la guerra civil española. Diferenciación interna del campesinado y conflictividad en el campo giennense (1931-1936)", en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 148, 1993, pp. 113-151. [PDF completo en el enlace].

No hay comentarios:

Publicar un comentario