lunes, 6 de enero de 2014

Regañando a Hölderlin

El objeto de mis iras.

Friedrich Hölderlin es uno de los totems del romanticismo alemán. Estaba yo esta tarde leyendo su Hiperión o el eremita en Grecia, en la excelente traducción (excelente para mí, que no tengo ni idea) de Jesús Munárriz, cuando me encuentro este párrafo, tan maravilloso que me dan ganas de coger el coche, irme a una montaña y declamarlo a los cuatro vientos. Es tal que así:
"Pero tú brillas todavía, sol del cielo! ¡Tú verdeas aún, sagrada tierra! Todavía van los ríos a dar en la mar y los árboles umbrosos susurran al mediodía. El placentero canto de la primavera acuna mis mortales pensamientos. La plenitud del mundo infinitamente vivo nutre y sacia con embriaguez mi indigente ser.
¡Feliz naturaleza! No sé lo que me pasa cuando alzo los ojos ante tu belleza, pero en las lágrimas que lloro ante ti, la bienamada de las bienamadas, hay toda la alegría del cielo. 
Todo mi ser calla y escucha cuando las dulces ondas del aire juegan en torno de mi pecho. Perdido en el inmenso azul, levanto a menudo los ojos al Éter y los inclino hacia el sagrado mar, y es como si un espíritu familiar me abriera los brazos, como si se disolviera el dolor de la soledad en la vida de la divinidad."

Yo, tras leer lo de arriba.

Por supuesto, después de leerlo entro en éxtasis y me veo cual viajero ante el mar de niebla de Friedrich (el pintor, se entiende). Pero ¡ay!, sigo leyendo y toda mi admiración desaparece. Atended:

"A menudo alcanzo esa cumbre, Belarmino. Pero un momento de reflexión basta para despeñarme de ella. Medito, y me encuentro como estaba antes, solo, con todos los dolores propios de la condición mortal, y el asilo de mi corazón, el mundo eternamente uno, desaparece; la naturaleza se cruza de brazos, y yo me encuentro ante ella como un extraño, y no la comprendo.
¡Ojalá no hubiera ido nunca a vuestras escuelas! La ciencia, a la que perseguí a través de las sombras, de la que esperaba, con la insensatez de la juventud, la confirmación de mis alegrías más puras, es la que me ha estropeado todo.
En vuestras escuelas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido así expulsado del jardín de la naturaleza, donde crecía y florecía, y me agosto al sol del mediodía.
¡Oh, sí! El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona, y cuando el entusiasmo desaparece, ahí se queda, como un hijo pródigo a quien el padre echó de casa, contemplando los miserables céntimos con que la compasión alivió su camino."
¡Qué manía con despreciar la ciencia! Junto con el nacionalismo, es lo que más odio de los románticos. Esas palabras bonitas, que inflan el espíritu, no esconden más que pensamiento reaccionario y anticientífico. Las escuelas que critica Hölderlin dieron al pueblo la capacidad de pensar por sí mismo y rebelarse contra la injusticia. Al contrario de lo que dice, la ciencia no nos expulsa del jardín de la naturaleza; sino que hace que lo disfrutemos más, porque somos capaces de conocerlo. 

El razonamiento es perverso: al volverse "razonable" en las escuelas, se aisló de "la hermosura del mundo". Valiente canto a la ignorancia. No puedo soportar esa reivindicación del conocimiento "intuitivo" que, por ciencia infusa, supera a la razón. Parece que fuera vergonzoso pensar. ¿Habéis leído? "La ciencia [...] es la que me ha estropeado todo."

Cuando se da paso al irracionalismo, se pueden justificar todo tipo de teorías, solo porque "lo sueño", porque "lo intuyo", porque "el hombre es un Dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona". Se equivocaba Hölderlin. El hombre es un Dios cuando reflexiona, porque la reflexión es lo que ha permitido que vivamos más, que combatamos las enfermedades, que comamos mejor, que seamos más libres, que no vivamos sometidos (o que, al menos, lo intentemos). Los sueños, sin embargo, se convierten fácilmente en pesadillas, en nombre de la nación, la religión o el Estado.

El afán por saber es lo que ha permitido progresar al ser humano. Si se desprecia la reflexión, surgen los monstruos. Además, creo firmemente que cuanto más se sabe, más se disfruta. Así que no, no me llevaré a Hölderlin a la montaña. Me llevo mejor a Goya:

"El sueño de la razón produce monstruos."

3 comentarios:

  1. Mientras estaba en la facultad tuve la suerte de estudiar a fondo el Hiperión de Hölderlin. ¡Vaya texto intenso e interesante!

    Estoy muy de acuerdo con lo que apuntas. El romanticismo veía en la ciencia y el progreso un enemigo acérrimo del genio creativo. Es curioso que esto ocurriera en una época en la que tanto se estaba avanzando en algunos campos (pienso en Darwin, por ejemplo), pero es así.

    Creo (y corrígeme si me equivoco, que de esto sabes tú más que yo) que esta enemistad entre las artes y la razón no se ha dado en todas las épocas. Sin embargo, me temo que la separación entre ciencias y letras no ha hecho sino aumentar durante el siglo XX.

    Si te interesa el tema, te recomiendo un artículo del neurolingüista Steven Pinker que trata precisamente este asunto:

    http://www.newrepublic.com/article/114127/science-not-enemy-humanities

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  2. ¡Muy buenas! Esto es una triple alegría: primero, ver que comentas por aquí; segundo, enterarme de que tienes un blog con una pinta estupenda; tercero, ¡que estoy en tu blogroll! :)

    Desde luego que esa enemistad entre "arte" y "razón" no se ha dado siempre.
    para mí, tiene mucho que ver con la definición moderna de "artista", que empieza con el Romanticismo. Al apelar a ese yo totalmente libre y único reaccionan también ante la razón y sus normas. Pero en lo sociológico e ideológico, el romanticismo es el movimiento burgués por excelencia.

    Conste que me gustan los románticos; pero con muchas prevenciones hacia su forma de ver el mundo.

    Me guardo el artículo, que tiene muy buena pinta.

    Un abrazo.

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  3. Pero véase también la critica a la academia, no quizá en el contexto de Holderlin sino en un contexto moderno, que pareciera crear mentes cerradas que no dudan ni curiosean, sino, por desgracia, simplemente asimilan el conocimiento para después repetirlo o usarlo en sub-tareas nimias, sin importancia. Quizá ésta sea la razón por la cual la extinción de mentes tan brillantes que brotaron en la ilustración, hoy sea mas que un hecho.

    Genial tu blog ;)
    Saludos!

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